Momento de análisis, balance. Cada vez que comenzamos a transitar diciembre y que se acerca enero, se activa un mandato: es el momento elegido para evaluar el desempeño de lo actuado durante el año, y es por eso que nos comunicamos hoy.
En el caso de instituciones como la nuestra, entendemos que esa evaluación es más pertinente y transformadora cuando es el resultado de la valoración que hagan los matriculados.
Ese razonamiento no es para eludir nuestro propio análisis crítico, pero en una época como la que estamos viviendo, marcada profundamente por una progresiva cuantificación de todo lo existente, no es decoroso evaluar y evaluarnos solamente desde una linealidad progresiva, que suponga que el presente aventaja al pasado y que los sacrificios de hoy serán agradecidos por las generaciones futuras.
Debemos articular ese análisis retrospectivo con reflexiones que nos conduzcan a redefinir la idea de progreso, la que, en muchas ocasiones, sirvió y sirve como discurso ideológico para justificar y legitimar las consecuencias (positivas y negativas) que ocasiona.
Las consecuencias, devenidas en amenazas, son repentinas e inesperadas. Otras llegan más despacio y se van cocinando a fuego lento, pero todas se comportan como un punto ciego cognitivo para la cual la sociedad suele no estar preparada.
Nuestra respuesta dependerá de lo que visualicemos; para algunos, estas palabras pueden resultar desmedidas, exageradas, en un tiempo en el que los relatos en su condición cosmética y aparencial quedan restringidos al cultivo de la imagen, en el resultado instantáneo. Para otros, y es nuestro objetivo, significan la posibilidad de construir algo distinto y ojalá mejor.
Cada año en nuestros espacios nos convocamos para analizar, diagnosticar lo que sucede con los suelos, las crisis hídricas (por exceso o ausencia), la aparición de plagas resistentes y así podríamos enumerar una sucesión de cuentas de un collar enorme a modo de desenlace de problemas provocados por nuestra sociedad.
Por eso, nos proponemos replantear las soluciones a esos problemas, no sólo desde una perspectiva biológica, sino desde los datos, esos que muchas veces no figuran en los libros. La propuesta surgirá de aprovechar la libertad cognitiva y las capacidades que poseemos los Ingenieros Agrónomos.
Esta actitud representa un riesgo, porque el riesgo habita donde hay un pensamiento que cuestione lo que nos viene dado como inamovible.
Desde el CIASFE los invitamos a correr los riesgos que resultan de pensar, de trasponer los límites de aquello que parezca inapelable, con la esperanza de que el resultado sea una institución dinámica, inclusiva y transformadora de realidades.
Ing. Agr. Ricardo Biani, Presidente del CIASFE
Mat. 82-2-0693