Actualidad

Horticultura: un negocio poco explorado en búsqueda de mejores prácticas agropecuarias

Avanzar con un proyecto hortícola agroecológico en una ciudad del corazón agropecuario de Argentina es posible, además de necesario. Sobre esas premisas creció el emprendimiento La Chacra a cargo de la ingeniera agrónoma Carina Marder en Venado Tuerto, que ofrece verduras frescas seleccionadas y producidas sin agroquímicos a un grupo de clientes conscientes del valor de una alimentación basada en circuitos cortos y sanos.  

Tras varios años de trabajo en un grupo de Cambio Rural del Inta, la especialista -recibida en la Universidad Nacional de Córdoba- comenzó hace cuatro años con su propio proyecto en esa localidad del sur santafesino: “en el Inta estaba trabajando en Cambio Rural como coordinadora de un grupo de horticultores, a medida que visitaba las huertas me fui enganchando con el tema y si bien la gran mayoría eran convencionales me gustó mucho el tipo de actividad” recordó Marder, quien en la actualidad es capacitadora en los cursos sobre Buenas Prácticas Agropecuarias para productores hortícolas que brindan Senasa y el Colegio de Ingenieros Agrónomos de Santa Fe (Ciasfe).

Una huerta urbana

Tras sus estudios en Córdoba y el trabajo en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Marder optó por montar su propio negocio bajo la forma de una huerta urbana que produzca bajo un paradigma agroecológico donde los insumos químicos se reemplazan por manejo o bioinsumos. “La huerta donde trabajamos con mi marido está dentro del ejido urbano de Venado Tuerto y por eso comencé con la agroecología”, dijo, para agregar que si bien le gustaba la horticultura tradicional una vez que conoció más de cerca la agroecología terminó optando por esa manera de producir.

“A través del Inta hice algunos cursos de agroecología para ampliar mi visión y a partir de eso empecé a tomar noción de esta forma de producir y me decidí a arrancar con mi emprendimiento privado”, explicó la profesional, quien detalló que el espacio disponible que consiguió para armar la huerta está dentro de los límites urbanos de Venado, lo que no le permitía el uso de agroquímicos.

Un trabajo artesanal

Salvo en época de determinadas cosechas, la ingeniera agrónoma lleva adelante su emprendimiento junto a su esposo: “no tenemos empleados fijos, trabajamos los dos y sólo a veces hemos contratado de manera temporal a alguien para períodos cortos de cosecha como por ejemplo para el tomate Cherry, que aparece muy concentrado en el tiempo y obliga a levantarlo rápido”.

En total trabajan una superficie de alrededor de tres hectáreas y media que durante los meses de invierno sólo se ocupa a la mitad. “En invierno tenemos la mitad ocupada y la otra mitad en descanso, allí sembramos verdeo para poder hacer abono verde”, detalló. En la mitad que está siempre ocupada hacen sobre todo verdura de hoja como actividad principal, a lo largo de todo el año. También calabaza, zapallo, zapallitos, y algo de sandía y de melón. 

Entre el precio y la calidad

¿Existe una mayor conciencia social sobre los beneficios de consumir alimentos de cercanía producidos sin la utilización masiva de agroquímicos? En opinión de Marder si, aunque lo que marca el paso en estos últimos meses es sobre todo el precio, acorde a la crisis económica desatada de la mano de la pandemia de coronavirus. “Hay épocas y épocas, en este momento lo que veo es que el cliente prioriza más que nada el precio”, dijo, para agregar que con el correr del tiempo La Chacra sumó consumidores cautivados por la calidad de los productos, que se cosechan a pedido y siempre llegan frescos y en buen estado.

“Nosotros cosechamos por pedido para que siempre sea fresca la verdura, se va cosechando lo que se pide, tenemos clientes desde hace bastante tiempo que nos acompañan y que buscan calidad, aunque este año estamos viendo mucha búsqueda de precios” dijo la ingeniera agrónoma, quien puntualizó que los precios de sus productos son sumamente competitivos.

“Le explicamos al consumidor que nuestra verdura tiene el plus de ser fresca y seleccionada, además de sin químicos. Yo no cosecho todo, voy eligiendo las plantas que tienen buen desarrollo y color y cuando armo los atados las vuelvo a seleccionar y eso el cliente lo agradece porque no se tira nada, todo lo que se lleva se puede usar”, detalló.

En ese punto, Marder argumentó que, de a poco, se va imponiendo una mayor exigencia por parte del consumidor de tener acceso a alimentos de cercanía producidos de manera sustentable. “Los clientes que comenzaron pidiendo precios hoy siguen con nosotros por la calidad porque notan la diferencia que tienen en el producto. Una vez que se prueba, la toma de conciencia viene sola”, argumentó.

Buenas prácticas agropecuarias

Como el resto del sector, la horticultura está atravesada por la necesidad de intensificar las buenas prácticas para producir alimentos con procesos que sean sustentables y que garanticen su inocuidad. Marder forma parte del equipo del Ciasfe que, en una capacitación que replica los preceptos del Senasa, abordará en un curso virtual intensivo algunas de las claves para garantizar una producción que cumpla esas reglas.

“Es un curso que dura tres semanas y salís capacitado, es muy completo. Senasa armó el programa y con el Colegio hacemos una réplica de ese curso” explicó la experta, que dijo que hacer las cosas bien implica ajustarse a las normativas a lo largo de todo el proceso productivo.

“Buenas Prácticas Agropecuarias significa que quien aplica químicos lo haga bien, a conciencia y con las dosis correspondientes, que los envases de agroquímicos no queden dando vueltas en el campo, un correcto y frecuente lavado de mano o el bienestar de los animales en los predios para evitar zoonosis”, dijo. Se trata, en síntesis, de “hacer bien las cosas”.

“Las BPA sobre todo en frutihorticultura buscan obtener alimentos libres de contaminantes, que sean inocuos para quienes los compran”. Algo sobre lo cual, en su opinión, aún falta camino por recorrer.

Un destino poco explorado

En opinión de Marder, es raro encontrar ingenieros agrónomos que se interesen por la horticultura y más aún si es bajo un paradigma agroecológico. “No sé por qué pasa eso, será una cuestión de gustos, realmente no lo sé, no lo puedo explicar”, dijo, para agregar que si bien muchos ingenieros agrónomos tienen huertas para su consumo personal “no los tienta mucho incursionar como negocio”.

“Es una actividad sacrificada, implica agarrar la pala y agacharse mucho la horticultura, no es algo que se maneje desde el celular o arriba de una camioneta, yo antes fui asesora de cultivos extensivos así que tengo experiencia en los dos tipos de producción y acá no hay fines de semana, ni fiestas, ni descanso, hay que estar todo el tiempo haciendo cosas para el campo”, sintetizó.

¿Por qué entonces esa pasión por la horticultura? “Una pone el alma en lo que hace y creo que esa es la gratificación más grande, así como poder consumir nuestras propias verduras. Acá es el mismo producto que vendo el que consumo yo en mi casa, es un gusto tener acceso a la comida que sabemos cómo está hecha, porque además tenemos una pequeña granja que nos da huevos y pollos”, explicó.

3 comentarios

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *